Que la de la juventud no sea agenda personal
Por Luis Enrique López León
Por supuesto que es tiempo de jóvenes, especialmente en la política. Respaldo con decisión esta postura. Coincido cabalmente con todas las personas que han abanderado este estandarte. ¡Pero cuidado! No se corrompa esta nobilísima causa. Si se busca empoderar a este sector de la población para que de una vez por todas ocupe el lugar que le corresponde en la toma de decisiones, debe procurarse eso, precisamente. No solo agarrarse de ella y aprovecharse.
Me causa rabia, ver a jóvenes que están haciendo el remake de los políticos de antes; que utilizan las mismas formas tantas veces vistas y hasta aborrecidas. Me causa rabia que con un atuendo nuevo, se cubran las mismas arrugas de la política ineficaz de tiempos cruentos.
Como líder en formación, he aprendido que buscar la conquista del liderazgo, no es ganarse el premio de los privilegios y de las canonjías, sino la responsabilidad verdadera de dirigir a un grupo de personas; y en los cargos de elección popular, esta definición debe ser casi absoluta.
Sí, celebro que haya tantos compañeros de generación (y muchos menores) que levanten la mano y digan con determinación que aspiran a candidaturas para este proceso electoral. Es legítima esa aspiración. Pero, también es válido legítimamente preguntar: ¿son tus fines los que necesita el mundo? ¿tienes la capacidad para responder a la altura del llamado del liderazgo? ¿sí te mueve la vocación del servicio? ¿o anhelas solo el sueldo y las prestaciones inconmensurables? ¿Tienes la disposición de no supeditarte a los intereses de un grupo por velar por el interés general?
Y he aquí la respuesta a una pregunta que me han hecho tantas veces: ¿Por qué tú no has levantado la mano? Con toda convicción les digo que mi respuesta a las preguntas enumeradas arriba no me causan el menor conflicto; pero si algún día me corresponde el alto honor de representar al pueblo, quiero hacer historia (en el mejor de los sentidos). Por eso, he contenido al máximo el gusanillo de la competencia y de la adrenalina por la búsqueda del poder (tan afrodisiaco), para que, cuando lo haga, pueda válidamente apuntarme en la lista, consciente de mis credenciales.
A todas las juventudes que han dicho yo, les hago este mismo llamado: dignifiquen la oportunidad que la edad les brinda; no busquen ser los número uno del marketing político, ni pretendan el acuse de recibo de lo que dijera Alberto Cortez: es «la promoción de tu nobleza, de lo bien que tu madre te ha parido». No me hagas pues, que me trague mis palabras de que las oportunidades para la juventud son la solución; si conquistas espacios, no los eches a la basura, como tantas otras generaciones pasadas han tirado oportunidades de una mejora verdadera.
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