BCS: fiesta de “transformación” con baches, promesas y trapeador

 


En Palacio de Gobierno hubo verbena, escenario y discurso solemne: el gobernador Víctor Castro Cosío conmemoró “cuatro años de transformación” y prometió proyectos para lo que le queda de sexenio. Bonito el marco, mejor el eslogan; pero la transformación no se mide en tarima sino en servicios que sí funcionan. Y ahí es donde el aplauso se nos corta.

Mientras arriba se ratifica el “rumbo”, abajo la pregunta es básica: ¿cuál? Porque el propio gobierno adelantó más obras en salud, educación e infraestructura… justo las áreas donde la ciudadanía más resiente rezagos. Proyectos hay; resultados, veremos. El sur de la península ya aprendió que en BCS las obras nacen dos veces: primero en el micrófono y, si hay suerte, años después en la calle.

Para rematar el libreto, se anunció la próxima visita de la presidenta Claudia Sheinbaum “a finales de septiembre o principios de octubre”. ¿Vienen recursos frescos o viene la foto? La diferencia no es menor: BCS necesita inversión real para agua, hospitales y movilidad, no giras de cortesía. Si la visita aterriza en chequera, bien; si aterriza en acto político, será más de lo mismo.

En La Paz, la alcaldesa Milena Quiroga presume 10 brigadas de bacheo bajo el programa “Reconstruyendo La Paz”. Aplausos… pero con casco: si tras cada lluvia volvemos a la misma lotería de hoyos, quizá el problema no es la pala sino la planeación y los materiales. Bachear es paliar; reconstruir implica rehacer la base. Una ciudad que parchea eternamente no se reconstruye: se acostumbra al brinco.

Los Cabos, por su parte, anda con brigadas de limpieza para “orden y salud pública”. Excelente que barran; mejor sería que el modelo de servicios deje de vivir a sobresaltos cada temporada. Recordatorio no tan lejano: con el último temporal, medio estado se volvió prueba de estrés para drenajes y vialidades. La resiliencia no se barre: se diseña.

Y mientras el discurso estatal presume logros, las cifras del día nos aterrizan: La Paz y Los Cabos concentran la mayor carga delictiva del estado. No es crisis, dirán; es “tendencia nacional”. Pero la seguridad pública en BCS se juega en la esquina de siempre: patrullaje efectivo, investigación que sí integra carpetas y prevención social. Si el delito se percibe más rápido que el ministerio público, la “transformación” se nos queda en la lona.

El guion de salud merece capítulo aparte. Entre anuncios de nuevas clínicas y semanas nacionales de prevención, la realidad cotidiana sigue pidiendo medicinas, aire acondicionado en hospitales y personal suficiente. Si el estado apuesta por IMSS-Bienestar, que se note en abasto y tiempos de atención, no sólo en videos institucionales. Salud que no llega a la farmacia, a la sala y al quirófano, es discurso con bata.

Balance de estos dos días: el gobierno capitaliza el aniversario y enciende reflectores; los municipios lucen escobas y asfalto; y la ciudadanía sigue midiendo la “transformación” con una vara muy sencilla—¿hay agua?, ¿hay medicinas?, ¿hay seguridad?, ¿hay calles que no parezcan campo minado? Si la respuesta es “a ratos”, entonces no es transformación: es administración de daños.

La picardía final: en BCS ya dominamos tres artes mayores de la política moderna—el anuncio, el evento y el parche. Nos falta el más difícil: el mantenimiento. Ojalá la visita presidencial no traiga sólo selfie y listón, sino presupuesto y calendario. Y que el aniversario de la transformación no sea cada año un homenaje al futuro, sino por fin una crónica del presente.

Porque aquí, gobernar no es organizar verbenas; es que mañana, cuando vuelva a llover, la ciudad no se nos deshaga como confeti.

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